Gracias a la revista literaria MERCURIO, en su ejemplar nº 147, correspondiente a Enero, conocí más en profundidad a la poeta estadounidense Emily Dickinson 1830-1886.
Emily pasó la mayor parte de su vida recluida en su casa escribiendo cuadernos de poemas que solo vieron la luz después de su muerte.
La revista nos recomienda el libro "El viento comenzó a mecer la hierba", una edición bilingüe con ilustraciones, preciosas de Kike de la Rubia.
Poema nº 253
"La esperanza" es esa cosa con plumas
que se posa en el alma
y canta una canción sin letra
y nunca, nunca se calla.
El libro consta de 27 poemas donde según opinión de Jesús Aguado:
"dialoga con los fantasmas que embrujaban las habitaciones de su alma, eran sus amigos, los miembros de una tertulia callada que le permitió profundizar en los misterios de la existencia".
Son poemas que acompañan y enseñan a vivir a quien los lee, que enseñan a observar mejor.
Poema nº 135
El agua se aprende por la sed;
la tierra, por los océanos atravesados;
el éxtasis, por la agonía.
la paz se revela en las batallas;
el amor, por el recuerdo de los que se fueron;
los pájaros por la nieve.
La sencillez en los temas de Dickinson, fruto de la observación del mundo que le rodea, pequeñísimo si pensamos que apenas salió de su casa, y la hondura que se desprende de cada poema, de cada elemento al que dedica sus pensamientos, me lleva a pensar en el riquísimo mundo interior que Emily poseía, a la que creo, nada distraía de su labor de poeta.
Poema 670
No es necesario ser una habitación
para estar embrujada,
no es necesario ser una casa.
el cerebro tiene pasillos más grandes
que los pasillos reales…
La calidad de su obra, teniendo en cuenta sus circunstancias, me llevan a reafirmarme en la idea de que hoy día hay demasiadas cosas que nos distraen de lo esencial, de lo importante, que no están lejos de nosotros, sino en nosotros y en lo que tenemos cerca.
Sus poemas se basan en la gloria de lo pequeño, en el misterio de lo cotidiano.
Se diría que hay que haber nacido con un don especial para saber ver y decir las cosas evidentes.
Según Jesús Aguado, Emily encontró en el silencio y en la soledad el secreto del universo, y consiguió hacerse con un estilo propio, inimitable e inconfundible a partes iguales, gracias al cual poder transmitir a los demás ese secreto.
Para terminar os dejo un extracto de otro poema suyo:
Poema 288
Yo no soy nadie. ¿Quién eres tú?
…¡qué aburrido ser alguien!
¡qué ordinario! estar diciendo tu nombre,
como una rana, todo el mes de junio,
a una charca que te contempla.
Si tenéis ocasión, no dejéis de leer a esta poeta, es imprescindible.
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